Tocapu: Territorios Mediales Emergentes

Tecnoimágenes para invocar el territorio

11/30/20253 min read

Hoy quiero contarles cómo nacieron las tecnoimágenes que hicieron posible la obra Tocapu: Territorios Mediales Emergentes. Todo empezó con una pregunta muy simple, pero muy profunda: ¿cómo se visualiza un territorio que no solo se mira, sino que respira, que habla, que recuerda? Y esa pregunta nos acompañó por todos los municipios a los que llegamos: Mapachico, Genoy, Ricaurte, Cumbal, Pasto. En cada recorrido el paisaje iba revelando cosas que no caben en una fotografía convencional. Así que empezamos a buscar otra forma de traducirlo, algo más sensible, más vibrante, más vivo.

Las primeras tecnoimágenes surgieron caminando, escuchando y observando. No queríamos representar el páramo literalmente. Lo que buscábamos era captar sus formas de respirar: la fragmentación del musgo, la vibración de la neblina, el movimiento ondulante del viento entre los pajonales. Todo eso se convirtió en partículas, líneas, texturas digitales que aparecían y desaparecían igual que la niebla en la montaña. Cada imagen se volvió un pequeño mapa afectivo, una manera de registrar algo que no se deja atrapar del todo.

Las primeras tecnoimágenes surgieron caminando, escuchando y observando. No queríamos representar el páramo literalmente. Lo que buscábamos era captar sus formas de respirar: la fragmentación del musgo, la vibración de la neblina, el movimiento ondulante del viento entre los pajonales. Todo eso se convirtió en partículas, líneas, texturas digitales que aparecían y desaparecían igual que la niebla en la montaña. Cada imagen se volvió un pequeño mapa afectivo, una manera de registrar algo que no se deja atrapar del todo.

En ese proceso aparecieron los tocapus, esos módulos geométricos incas que funcionan como un lenguaje visual ancestral. En la obra no los usamos como decoración. Más bien, los dejamos entrar en diálogo con el territorio actual. Los desestructuramos, los mezclamos con ruido digital, los dejamos flotar entre capas, como si volvieran desde algún tiempo remoto para conectarse con este presente. Se volvieron interfaces de memoria, una especie de puente entre la herencia andina y una visión futurista del territorio. Y todo este proceso no habría sido posible sin la gente. En Ricaurte, Cumbal y Pasto, los jóvenes aportaron símbolos, dibujos, sonidos y movimientos que terminaron integrándose en las visuales. La obra no es solo mía: es una creación colectiva. Las tecnoimágenes llevan dentro sus gestos, su energía, sus percepciones del territorio. Por eso no son imágenes estáticas: son imágenes comunitarias.

Cuando llegó el momento de la muestra final, todas estas capas se encontraron. Las partículas, los tocapus, los paisajes abstractos, los movimientos reaccionando al público… todo se ensambló en un ecosistema visual propio, vivo, en constante transformación. La obra no se repetía; cada persona que entraba la hacía vibrar de una forma distinta.

Y creo que ahí está el corazón del proyecto. Las tecnoimágenes no buscan reemplazar al territorio. No quieren imitarlo. Lo que intentan es invocarlo, permitir que se exprese en otra dimensión. Son imágenes que escuchan, imágenes que sienten, imágenes que conectan. En ellas conviven lo ancestral y lo digital, lo comunitario y lo técnico, lo visible y lo apenas sugerido. Son, en última instancia, un intento de imaginar el territorio desde el porvenir.